Inspirada en hechos reales
Llevaba tiempo queriendo visitar La Palma, la Isla Bonita. Así que opté por este destino este año.
Me apetecían unas vacaciones activas, al aire libre, haciendo muchas cosas. Y había oído que La Isla Bonita ofrecía de todo
DÍA 1: Llegué al aeropuerto de la isla, recogí mi coche de alquiler y me dirigí al apartamento que había alquilado ¡Empezaba la aventura! Esa tarde la dediqué a callejear por Santa Cruz de La Palma, la flamante capital isleña ¡Qué agradable esa brisa marina en su avenida marítima! Justamente, paseando por ella, descubrí otra actividad que me pareció fascinante (¡lástima que no iba a tener tiempo de hacerla. La lista estaba full!): el windsurf y el kitesurf
DÍA 2: 1ª ruta de senderismo. Parque Nacional de la Caldera de Taburiente con una empresa local. Nunca unas 6 horitas me habían pasado tan rápido. Baño incluido. Una maravilla y la compañía de lujo
DÍA 3: Parapente. Había hecho algo de parapente en mi vida pero nada como hacerlo en esta isla conjuntamente con profesionales de trato exquisito. Aterrizar en una playa de arena negra es tan, tan … indescriptible. Terminé la tarde relajándome en ella y viendo un bonita puesta de sol que me dejó sin palabras
DÍA 4. 2ª ruta de senderismo. Cubo de la Galga. Esta vez opté por ir sola. Me habían dicho que los senderos de la isla estaban bien señalizados y ¡desde luego! Sin problema. Una ruta espectacular y muy simbólica. Entendí porqué La Palma es también conocida como «la isla verde» Almorcé un rico pescadito fresco en el cercano y coqueto pueblo de San Andrés y dediqué la tarde a pasear por él y a darme un (doble) chapuzón en las cercanas piscinas de la Fajana y del Charco Azul (este último, al lado mismo)
DÍA 5. Buceo. Como practicante asidua del buceo que soy … ¡tenía que incluirlo en mi lista de actividades en La Isla Bonita! Acompañada por una empresa de la isla, me sumergí en la costa de Fuencaliente. He visto muchos fondos marinos .. pero esto, esto … es otra cosa. Una vez acabada la actividad, me acerqué a la segunda población más grande de la isla: Los Llanos de Aridane donde un museo al aire libre me recibió. Decidí acabar el día callejeando por Tazacorte y tomando un rico vino blanco, denominación de origen, en una terraza con vistas a flamantes plataneras, el horizonte y un sol que se despedía de un gran día
DÍA 6. Ese día … doble super actividad: avistamiento de cetáceos por la mañana y avistamiento de estrellas por la noche. ¡Casi nada! Me embarqué en una embarcación que partió del puerto de Tazacorte rumbo costa oeste. Acabé ronca de tanto reírme, disfrutar y decir: «mira, mira …¡qué maravilla!» Como mi siguiente actividad era por la noche, tenía todo el día para disfrutar de más museos, como el del puro palmero o para hacer algo de compritas en las coquetas tiendas de la isla. Y es que descubrí todo un mundo de artesanía. Y llegó la noche y, con ella, otro mundo que se abrió por encima de mí. Nuevamente, contacté con una empresa local que me ayudó a entender lo que el cielo nocturno me mostraba. Nunca antes había tenido en mi vida la sensación de que las estrellas estaban al alcance de mi mano. No pude dormir por todo lo que experimenté
DÍA 7.¡Mi último día! ¡Qué horror! Decidí cambiar esa expresión por otra más positiva:¡A volcanear! Y es que me embarqué en la última ruta que hacía a pie en la isla: la mítica Ruta de los Volcanes. Aunque estaba muy bien señalizada, volví a optar por no hacerla sola sino con una empresa. ¡Y tan buena que fue esa elección! Pude descubrir el pasado volcánico de la isla y empaparme de su energía. Fascinante ruta. Decidí descansar por la tarde, tranquilamente, en una de las playas de Fuencaliente, donde acababa la ruta
DÍA 8. Me marcho. Regreso a casa. Pero me voy no sólo con tropecientas mil fotos sino con un millón de recuerdos, sensaciones, experiencias, maravillas … grabadas en mi retina, corazón y mente. Sólo puedo decir: Gracias, La Palma. Volveré